La inutilidad de la ciencia


Hace poco, en Argentina, tras el intento por parte del oficialismo de limitar el cupo de ingreso a la carrera científica y los recortes presupuestarios en ese area, los investigadores fueron atacados desde notas periodísticas y redes sociales por dedicarse a temas sin interés (en particular los referidos a las ciencias sociales). También ocurrió una reacción de defensa acerca de la importancia de estudiar científicamente todo tipo de cosas. La pobreza de argumentación no se limitó a ningún bando.

El "ciudadano con sentido común" se mostró preocupado porque los impuestos que evade) se orientan al estudio de materias aparentemente inútiles. Este estereotipo notoriamente caricaturizado se aplica a una franja significativa de la población, no sin certidumbre. Es gente muy pragmática que condena el estudio de los cánticos retrógrados de las hinchadas de fútbol porque piensa que dedicar tiempo a indagar en esos menesteres es tan inutil como investigar sobre bichos que se extinguieron hace cientos de décadas o tratar de comprender los métodos de construcción de los mayas, que hacían pirámides mucho más bajitas que las diseñables con una app de iOS o de Android. En resumen, denostan areas del saber por su inutilidad. Digo, por su inutilidad para analizar, comprender, imaginar y todos aquellos verbos que tengan alguna relación con el uso del celebro. Su juicio tiene un horizonte muy cercano, una geografía rectangular, un pulso musical cercano al vanguardismo de Palito Ortega.

Extrañamente muchos defensores de la ciencia esgrimen el mismo argumento utilitarista en un grado apenas más diluido, apostando a que eventualmente, en el futuro, las investigaciones que carecen de aplicabilidad encuentren un uso posterior. Parecen creer, en contra de toda evidencia, que los miembros del Congreso y los funcionarios gubernamentales prestan atención a la sociología, la historia, la ecología y la matemática para elaborar proyectos y tomar decisiones. Les recuerdo que el Ministro de Medio Ambiente es el Rabino Bergman y el de Ciencia y Tecnología es Barañao, si alguno de los cargos estuviese en manos de Wonder Goldman por lo menos tendríamos alguna chance. Para salvar el mundo hay que dejar a los científicos entretenidos en sus pasatiempos, porque a pesar de navegar en conocimientos de ultramar, orientan sus carabelas considerando al océano un plano alrededor del cual gira el universo.

Yo creo que el saber es valioso a pesar de que sea económicamente inutil, incluso si continúa siendo un conocimiento impráctico para la vida aún dentro de un plazo de mil años. Desconozco si el placer de indagar en la historia del número cero e inutilidades semejantes está codificado en nuestro ADN o es el resultado de algún mecanismo evolutivo o está implantado por algún software del superyó que gobierna subrepticiamente nuestra conducta (¡habría que investigar esto!) pero es un hecho que un sector de la población (no necesariamente la intersección con los integrantes del Conicet) disfruta de saber sobre cosas tangibles e intangibles de sus universos de interés, a los cuales me gusta definir por extensión: los enigmas relacionados con el origen del universo, la heráldica vikinga, el rol de los personajes secundarios en las películas de David Lynch, el funcionamiento del aparato fonador del canario doméstico.

Por otra parte, hay gente que valora la calidad de los saberes y por tal motivo otorga a la ciencia un respeto muchas veces inmerecido, tema que dejo para otro artículo declamatorio (y difamatorio) del sistema científico.

Los que piensan con poca profundidad los problemas que nos aquejan suponen que hay que investigar para alcanzar mayor independencia económica, desarrollo industrial, mejores índices económicos, posiciones de vanguardia en el concierto internacional (¿?). Yo, que también pienso con bastante poca profundidad, cuento con evidencia para mostrar que sí tenemos conocimientos suficientes para vivir bien, sin pobrezas materiales graves, sin desigualdad y sin dependencia económica. No me refiero al estándar de vida a que aspira la sociedad de consumo, este también es un conocimiento que tenemos: 5 o 10 mil millones de personas no deberían tratan de emular el nivel de consumo de Mariana Nannis. Entonces, vivimos mal por razones políticas, no epistemológicas. "El conocimiento está", diría el Bambino Marx.

De hecho, sufrimos las consecuencias de apostar ciegamente a la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas de vanguardia. Veneramos las tecnociencias creadas a imagen y semejanza de científicos mitológicamente bienhechores, apóstoles desinteresados del bondadoso saber superior que es del Conicet, de los científicos y de la Industria Nacional en su Agnosticícima Trinidad (del INTI, las universidades y todas las demás instituciones no hablemos, porque los científicos que importan son los del Conichet), saberes que nos fueran entregados para la felicidad del pueblo y la grandeza de los capitales nacionales. El éxito del sistema científico, tal como existe hoy, impulsa y es impulsado por la lógica del capital. Por ejemplo, la clonación empieza a presentarse como la solución frente a la extinción de numerosas especies. ¿Acaso la proliferación de los desiertos verdes a la Monsanto, que los científicos contribuyeron a crear, no son responsables de la pérdida de biodiversidad? ¿Qué dicen los defensores de la ciencia? ¿Cuándo tendremos una discusión pública profunda en la cual no predominen los miopes aplanadores ni los mitómanos de la bondad infinita?

Empeorar el sistema científico es seguir defendiéndolo tal como lo conocemos, al igual que defender la escuela pública en la forma degradada en la que hoy se encuentra. Yo no confío en los conocimientos que se producen en los laboratorios fordistas, con una organización no solamente capitalista sino anticuada, y sometida a las presiones por justificar los fondos que se le otorgan. Imaginen a Newton tratando de pedir un subsidio para estudiar la caida de las manzanas rionegrinas. La producción y el uso del saber están en manos de expertos que no cuestionan su quehacer sino que reproducen el sistema con todos sus defectos, porque saben mucho de pocas cosas y son ignorantes de todo el resto. Juegan con nuestras expectativas: nos prometen terminar con el hambre y acaban con plantas y animales; desarman la piedra para que las economías regionales se desarrollen pero devastan los suelos, los pulmones y las reservas de agua; desarrollan fármacos que finalmente se usan para atemperar la depresión de los trabajadores al tiempo que enriquecen a los accionistas de las farmacéuticas; etc.

Me gusta terminar mis posteos así, pum para arriba.