Artes marciales
Mi jornada se cruzó con las artes marciales en 2011. Me dolía la espalda probablemente de tanto usar el mouse (con la zurda). El kinesiólogo me recomendó comenzar con clases de Taichi, así que probé. Las clases resultaron bien: movimientos suaves, búsqueda de flexibilidad, aprendizaje de “formas”. No me extraña que mis compañeros sean mayoritariamente de la tercera edad, las clases pueden sentirse aburridas. Yo las calificaría más bien de clases tranquilas y calmas, con ejercicios que buscan trabajar la flexibilidad y la respiración, y eventualmente llegar a un estado de meditación en movimiento. Mi práctica personal está más dirigida a la dimensión física, la meditación por el momento no es algo que me resulte comprensible o alcanzable.
Al terminar las clases de Taichi empezaban las de arte marcial, sin nombre específico, con el mismo maestro. Como ya tenía confianza con él, me animé a probar. Resultó ser Pakua, un arte marcial joven y de origen poco convincente (basta hacer un rastreo por la web para ver las opiniones negativas que cosecha en foros y páginas, o la propia aura de pseudo-espiritualidad y cualquiercosismo que desprenden algunos chantas que se dedican a su enseñanza). De todos modos a mi me resultó perfecto porque no hay competencia (algo que me alejó de estas prácticas durante mi niñez y adolescencia) y se entiende más como un camino de desarrollo personal, sobre todo si uno lo practica con esa determinación. Aún cuando en las clases hay referencias frecuentes a aplicaciones de defensa personal (que desde mi punto de vista quizás puedan ser eficaces -lo dudo- pero sólo si son entrenadas consistentemente y de manera crecientemente realista), no es eso lo que me motiva. Sí lo hace mi búsqueda de un estado físico mejor y el desarrollo de habilidades corporales que antes me parecían ajenas y dificilmente alcanzables, como patear con buena técnica, realizar giros, caídas controladas, secuencias de movimientos complejos, etc. También es fundamental el ambiente de entrenamiento, la generación de una atmósfera agradable con los compañeros y la persistencia del respeto al maestro.
Por curiosidad, y porque estoy por mudarme a otra ciudad, estuve viendo alternativas para continuar mi práctica. En particular busqué aquellas artes marciales que se enfocan en lo que más me cuesta entender: el uso de palancas en las articulaciones para llevar al adversario al suelo o para inmovilizarlo. Navegando la web me encontré con el Aikido, el Hapkido (un arte marcial coreano que nunca había escuchado nombrar y, por lo que pude ver en youtube, con demostraciones que parecen bastante dolorosas) y finalmente con el Brazilian Jiujitsu (BJJ), que resultó estar de moda por sus éxitos en los torneos de Artes Marciales Mixtas (MMA).
El BJJ se publicita como un arte marcial eficaz contra todas las otras disciplinas. Esta ambiciosa aseveración tiene algún sustento. En peleas de uno contra uno, en torneos de artes marciales mixtas (que no es un "vale todo", ya que tiene reglas, por ejemplo no permite ciertos golpes y palancas) hubo un período dominado por luchadores de BJJ, y actualmente parece imprescindible saber al menos un poco de esta disciplina para tener alguna chance. En ese ámbito quedó demostrado (en el sentido de una demostración científica sujeta a revisiones futuras) que quienes provienen del BJJ pelean con ventajas porque poseen una familiaridad con la lucha en el piso, de la que muchos contendientes de otras disciplinas carecen. Esto hace que se publicite el BJJ como el arte marcial perfecto para la defensa personal en las calles, lo cual es absolutamente absurdo.
En la vida real no hay reglas, el enfrentamiento puede ser con varios atacantes (incluso puede haber alguien oculto), puede incluir armas, el ataque puede ser sorpresivo y seguramente nos encontrará sin la elasticidad que provee el precalentamiento. Son muchos los que afirman cautelosamente que tener una falsa percepción de nuestras posibilidades de defensa es perjudicial porque en una situación así nos puede llevar a tomar riesgos que no estamos realmente preparados para enfrentar. Por más que uno esté entrenado, pelear contra alguien desconocido (cuya habilidad desconocemos, y en un estado físico y psíquico impredecibles) es muy arriesgado y azaroso, y ni hablar si el atacante tiene armas blancas o armas de fuego a la vista o escondidas. De todo esto se habla en el artículo Is Brazilian Jiu Jitsu Street Effective?.
La práctica de artes marciales es beneficiosa si uno disfruta de lo que indiscutiblemente pueden ofrecer, lo cual difiere de las promesas publicitarias con que esta mercancía se vende a los consumidores. La calidad de la enseñanza y el alcance de sus beneficios depende en alto grado de los entrenadores y de las instituciones a las que pertenecen, y también del ecosistema en el que se desarrollan (es decir, el grupo con que se entrena y sus objetivos). En mi caso, creo que es incierto lo que puede resultar de su aplicación en un contexto no controlado, pero esto no atenúa en nada todo lo bueno que parece ofrecer en un gimnasio, con el instructor y los compañeros adecuados.