Cambio Vegano (Parte 2)


El veganismo es una posible respuesta humana a los problemas creados por nuestra especie. La propuesta de evitar la explotación animal, desde el consumo alimentario hasta la utilización de cueros, mieles y huevos, aparece como un mandato razonable y respetable. Las razones son múltiples: la ganadería bovina produce toneladas de gases de efecto invernadero y requiere enormes parcelas atiborradas de granos para su alimentación industrial, lo que resulta en tremendas desforestaciones, masivas pérdidas de espacios naturales y biodiversidad. Por otra parte, la violencia, maltrato y tortura que sufren los animales en los modos de explotación dominantes son indefendibles. Otro punto inevitable para discutir es la posibilidad de exorcisar totalmente el consumo de carnes de la dieta humana.

Tengo grandes acuerdos y diferencias con esta propuesta. Empecemos con la concordancia. La cría de animales actualmente se realiza a gran escala con lógica industrial: se concentran grandes cantidades de cabezas en pequeños espacios y se siembran inmensas extensiones con granos para alimentarlos. Esta agricultura acarrea numerosos problemas: explota los suelos empobreciéndolos año tras año, reemplazándolos por suelos que muchas veces alojaban ecosistemas vírgenes, depende de fertilizantes y herbicidas cuya producción y transporte incrementan la devastación, utiliza e impulsa la síntesis de plantas genéticamente modificadas para resistir el uso de moléculas toxiquísimas que impregnan todos los rincones de la Pacha Mama, posee tal alto grado de tecnificación que redunda en la migración de la población rural hacia ciudades desbordantes de miseria y por si fuera poco requiere de un sistema de transporte inverosímil porque la producción pampeana de soja y maíz termina en el rumen de animales confinados por la Gran Muralla. La desolación que resulta de tal modo de producción desborda este texto. Como mínimo se me ocurre agregar algo sobre la vida de los animales encerrados en feedlots o enjaulados y apretados, comiendo granos que sus genes evitarían, rebosantes de antibióticos para potenciar su engorde, carentes de un ecosistema donde seguir el libreto de sus instintos.

Feedlots

¿Es necesario semejante aparato de muerte para alimentar el mundo? Claro que no. Las carnes no son necesarias en las dietas humanas en la escala que los argentinos consumíamos, montañas de actina y miosina con la que otras naciones sólo pueden soñar. Sean del color que sean, los músculos no son necesarios en todas las comidas y ni siquiera todos los días. Por otra parte, el hambre y la pobreza alimentaria tienen su origen en la asimétrica distribución de alimentos que resulta de una racionalidad económica inmoral, ya que se produce una cantidad que excede las necesidades de la población mundial y que termina desperdiciada.

Al evaluar la prescripción experta de pirámides alimentarias (y otras geometrías gastronómicas anti-egipcias), tengamos en cuenta que la literatura científica ha ido modificando sus recomendaciones dietarias y posiblemente seguirá siendo así, con lo cual guiarse por instituciones que en una época demonizan las grasas y quince minutos después las declaran inocuas es otorgarles una autoridad inmerecida. Con su concepción mecanicista de base, la imposibilidad material de considerar la multiplicidad de variables involucradas y la infinita dificultad de relevar datos estadísticos sólidos, las ciencias nutritivas no tienen chance de dirigir el contenido de mi plato. Imaginen esas encuestas en donde se indaga sobre la cantidad de zapallitos, carnes y huevos consumidos en los últimos 6 meses, sin diferenciar entre productos que son orgánicos o que están nadando en sopas electroquímicas, sin considerar el estado físico del ingeridor ni los niveles de estrés presentes al hincarle el diente a tales bocados, sea en el living-comedor de unos García Belsunce o sobre el mantel de hule junto al pan de ayer.

¿Es posible una dieta completamente carente de alimentos de origen animal? Yo creo que hay evidencia de muchas personas saludables que vienen manteniendo esa práctica por décadas, así que es posible. Pero también hay evidencia de muchas personas saludables comiendo casi cualquier otra cosa (carnes, lacteos, bebidas alcohólicas, puré de cajita, etc). Y también habría que considerar que hay gente que no tiene buena salud por más saludable que sea su alimentación. Por ende diría que la dieta vegana es una gran opción saludable que merece tenerse en cuenta, pero no es la única posible, y hay mucho más por decir acerca de nuestros modos de alimentación, además de carnes sí o carnes no, y mucho más acerca de lo que consideramos tener buena salud.

Si tengo que elegir algo por lo que abandonar el consumo de alimentos de origen animal aduzco dos razones: una es porque preferiría no privar de su vida a una vaca o un pollo, o ser partícipe necesario de la privación ilegítima de su libertad, peor aún en las condiciones perversas dominantes. Preferiría vivir del aire si mi nutrición me lo permitiese, porque las plantas quizás también sienten dolor y el reino mineral parece el menos propenso al sufrimiento. En segundo lugar, porque la calidad de la carne que llega a nuestras mesas es como mínimo sospechosa. En la olla con el guiso carrero cocinándose, se van solubilizando carradas de proteinas, vitaminas y grasas nobles, ¿o más bien antibióticos, hormonas sintéticas, herbicidas y otras maravillas de la petroquímica? Sobre estas cuestiones, mi defensa del omnivorismo y demás discrepancias con el veganismo, voy a hablar en mi siguiente ataque de bloguismo inesperado.