La única verdad es la incertidumbre (II)
Esta es la continuación de La única verdad es la incertidumbre (I)
Para calificar de científico al conocimiento debe adecuarse el proceso de su producción a normas metodológicas y reglas de razonamiento mediante los cuales se tratan de eliminar errores, imprecisiones, opiniones infundadas, fantasías y charlatanería en general. Establecer conocimientos sólidos y coherentes dentro de cada disciplinas se traduce en una comprensión más ajustada a la realidad del universo.
A pesar de la justificada racionalidad de estos procesos, la tarea es complicada y presenta muchas dificultades. La excesiva confianza en los métodos y técnicas nos podría encerrar en islas de parcialidad que podríamos confundir con puntos de vista objetivos. Puede dar la erronea impresión de que el quehacer científico permite evadir las contradicciones, o que éstas son facilmente eliminables en base a la experimentación (cuando se trata de ciencias experimentales) y a la contrastación entre los puntos de vista diversos de la comunidad de pares e impares.
Sin embargo los resultados de poner a prueba una idea no siempre son fáciles de analizar. A veces la información dice una cosa en un conjunto de experimentos y otra al repetir los experimentos, incluso habiendo replicado con detallismo las instrucciones provenientes de sus autores originales. Cuando los resultados se pueden reproducir la confianza en los resultados crece, pero a veces por más que se aseguren las mismas condiciones (dentro de ciertos parámetros de igualdad) se obtienen resultados distintos, sin que se sepa a ciencia cierta de dónde provienen las divergencias. ¿Hubo algún error en la concentración de una solución? ¿Eran los reactivos de buena calidad? ¿Hubo problemas con el instrumental de registro? ¿Estuvo la persona encargada del experimento realmente atenta a todo lo ocurrido y pudo registrarlo todo en el cuaderno de anotaciones? ¿El tejido donde se realizó el registro se preparó sin causarle daños? Muchas cosas pueden salir mal y por la conciencia de ello, suele destinarse mucho tiempo a evitar errores, a ajustar los instrumentos para que su funcionamiento sea sólido, consistente, inmune a las perturbaciones.
Cuando se obtienen resultados dispares, al utilizar las mismas herramientas o al usar diferentes metodologías para analizar el mismo proceso, el motivo de la disparidad puede estar en que efectivamente se estén produciendo errores sistemáticos (que se podrán solucionar respondiendo a preguntas como las que formulé recién) o puede ser que la evidencia sea efectivamente caótica porque el sistema que se analiza tiene una complejidad tal que pequeñas variaciones en un parámetro producen grandes efectos, o quizás la presencia de una variable desconocida tiene una influencia inadvertida, o incluso puede ser que la teoría que subyace a nuestras observaciones no nos permite valorar adecuadamente lo que observamos. Tengamos en cuenta que lo que observamos a través de nuestras sensaciones e instrumentos está sometido a la interpretación que hacemos de los datos, para lo cual siempre estamos utilizando teorías, nos demos cuenta de esto o no. Y estos no son los únicos problemas que pueden aparecer.
Un ejemplo que sepamos todos
Uno de los ejemplos más paradigmáticos respecto de la oposición entre ciencia y religión tiene que ver con la discusión entre la centralidad de la Tierra y del Sol dentro de nuestro sistema planetario. Desde el siglo IV(AEC) hasta el XVI se mantuvo mayoritariamente aceptado el modelo geocéntrico propuesto por Ptolomeo y Aristóteles, el cual contaba con la bendición de la Iglesia Católica y su máquina propagandística, que incluyó la eficaz técnica persuasiva denominada Inquisición. Durante el Renacimiento, Galileo construye varios de los primeros telescopios (aunque no es su inventor) y realiza observaciones (como por ejemplo de las lunas de Jupiter) que permiten cuestionar el modelo geocéntrico. A pesar de que conocemos el desenlace, y sabemos que la teoría geocéntrica es incorrecta, se puede utilizar este ejemplo para mostrar que las observaciones de Galileo y de sus oponentes no eran necesariamente evidentes, obvias y fáciles de aceptar. La idea es mostrar cómo el relato simplificado de los hechos que lleva a colocar en el lugar del absurdo las posiciones geocéntricas le otorgan al empirismo una fortaleza inmerecida.
Hay al menos dos aspectos del problema que requieren discusión:
Punto 1 Los conocimientos de óptica de Galileo no eran suficientes para que resultaran incuestionables las observaciones hechas con el telescopio. Una cosa es que se haya podido comprobar que este nuevo instrumento ampliaba una imagen conocida dentro de la Tierra, y otra es que pudiese funcionar de manera confiable para observar objetos celestes. Por ejemplo: ¿era posible entender qué significaban las distorsiones de los sistemas primitivos de lentes o sospechar el efecto de la refracción en la atmósfera terrestre? ¿Acaso pensamos que los telescopios de Galileo ofrecían una calidad de imagen comparable a los disponibles en la Asociación Entrerriana de Astronomía? Gran parte de la física óptica necesaria para comprender el telescopio no estaba al alcance de Galileo y fue desarrollada después. Además las observaciones eran inconexas también con las predicciones de la teoría copernicana, por ejemplo el hecho de que las dimensiones de los planetas a lo largo de su órbita no coincidían con las diferencias que anticipaba esta teoría.
Para plantear una analogía podríamos sustituir el instrumento "telescopio" por el instrumento "Wikipedia". Si no supiésemos cómo funciona quizás empezamos a usarla para buscar ciertas definiciones y vemos que los resultados que nos ofrece coinciden con información que ya conocíamos o que previamente buscamos en otra enciclopedia. ¿Alcanza con eso para confiar en que toda la información que en adelante busquemos en Wikipedia será veraz? Por supuesto que no, y esto no quiere decir que la información de la Wikipedia no sirva para nada. Podemos resumir todo esto afirmando que la observación no es independiente de la teoría, que lo que observamos está condicionado por lo que sabemos. Otro ejemplo: imágenes obtenidas del cuerpo humano mediante rayos X, tomografía computada, resonancia magnética, tomografía de emisión de positrones y demás, nos brindan información que no todos estamos en condiciones de interpretar y además, aquellos que sí lo están, no siempre pueden efectuar lecturas carentes de errores a partir de ellas o lecturas coincidentes entre sí. Siempre hay una interrelación entre observación y teoría, con lo cual parece razonable decir que las observaciones que fortalecen o debilitan los puntos de vista en conflicto nunca son completamente puras. En el lenguaje de la epistemología se suele decir que las observaciones están imbuidas de teoría.
Punto 2 Volviendo al ejemplo de Galileo se puede afirmar que había elementos empíricos también en el campo de los aristotélicos. Para sostener que la Tierra no se movía planteaban el siguiente experimento: si se deja caer una piedra desde una torre muy alta y la Tierra se mueve, sería razonable que no cayese sobre la base de la torre, sino a una distancia relacionada con el movimiente de la Tierra durante su "tiempo de vuelo". Otro argumento en el mismo sentido: si dos proyectiles se lanzan con la misma fuerza en la dirección de giro del planeta, pero en sentidos opuestos, deberían recorrer distinta distancia (la que vuela contrariamente al giro de la Tierra debería recorrer una trayectoria más larga). En ambos casos, los resultados obtenidos experimentalmente sostienen la tesis geocéntrica. Pero claro, para analizar correctamente estos resultados experimentales faltaba la noción de inercia, que explica por qué las piedras caen cerca de la base de la plataforma desde la cual se dejan caer, y por qué los proyectiles vuelan la misma distancia independientemente de la dirección hacia la cual son disparados. Lo que muestran estos ejemplos es que la obviedad de una hipótesis recién se logra mucho tiempo después de que teorías rivales disputan cuál es aquella con mayor contenido de verdad. Con esto podemos apreciar que cuando el conocimiento trata de expandirse sobre terreno desconocido se enfrenta con desafíos que no son tan triviales de resolver con experimentos cruciales, con el mecanismo de la falsación u otras respetables herramientas. Quizás estas reflexiones nos permitan esquivar el peligro de convertirnos en dogmáticos defensores de un empirismo simplón.
Para un estudio detallado de cómo se dio la conversión del geocentrismo al heliocentrismo se puede leer "Tratado contra el método" de Paul Feyerabend.
En conclusión, la contrastación empírica parece cobrar más fuerza cuando ya se ha desarrollado la teoría, y cuando no se trata solamente de un solo tipo de observación sino que ya existe un entramado de argumentos que fortalecen un modelo explicativo por sobre otro.
Sistemas complejos
La ciencia logra una comprensión relativamente profunda de algunos aspectos de la realidad. En algunos casos nos resulta evidente la correspondencia entre las consecuencias que podemos experimentar respecto de una teoría y la propia realidad. ¿Es entonces aceptable cuestionar la ciencia teniendo en cuenta sus magníficos logros? ¿Nos convierte eso en apóstatas que, en aras de la coherencia, deberían renunciar a los tratamientos médicos modernos y al uso de la mensajería instantánea? Para mi no se trata de rechazar esta forma de conocer sino de advertir que hay distintos niveles de verdad en el conocimiento científico. Cuando se trabaja sobre un sistema complejo, se pueden hacer afirmaciones verdaderas, pero cuyo alcance descriptivo o explicativo tiene límites.
Abordemos este problema desde un ejemplo sobre el que tengo algo de experiencia, el del fenómeno de excitación-contracción de las células musculares del corazón.
Para su estudio se utilizan muy diversas técnicas. Se pueden realizar mediciones eléctricas u ópticas, con preparados de células aisladas o sobre porciones de tejido o incluso en corazones enteros. Los experimentos se pueden implementra sobre diversos animales: ratón, conejo, rata, cerdo, etc. Algunos métodos se utilizan mucho porque son relativamente económicos o fáciles de implementar, o porque el éxito de alguna investigación les dio impulso y se popularizaron. Pero justamente ocurre lo siguiente: los resultados obtenidos son contradictorios. Lo que sucede en la célula aislada es diferente a lo que sucede en el corazón completo, y por lo tanto, lo que se descubre sobre los mecanismos en un nivel de organización celular no es tan fácil de extrapolar para comprender lo que sucede en el órgano completo. No quiere decir que lo que averiguamos tras fraccionar el sistema es inútil, sino que es limitado lo que podemos aprender si sólo hacemos estudios analíticos.
La medicina y la materialidad ingenua
Esto que sucede a nivel celular y tisular se amplifica cuando tratamos de comprender los macrosistemas. Al considerar el cuerpo completo de una persona es indeterminada la cantidad de variables interrelacionadas que tienen efecto sobre la porción del cuerpo que pretendemos investigar. Es necesario un estudio de las partes, pero el funcionamiento de la totalidad no es solamente la suma del funcionamiento de las fracciones. En el sistema completo (algo también aplicable a los sistemas sociales) se dan interacciones múltiples y complejas que modulan el comportamiento de los componentes individuales.
Pensemos el caso del cuerpo humano, el cual en la medicina científica tradicional tiende a explicarse desde una perspectiva mecanicista. Tras una corta búsqueda en PubMed se pueden encontrar títulos como estos: Asociación entre los genes del receptor de dopamina con la infidelidad y la promiscuidad sexual, Correlaciones neurales del perdón a las transgresiones morales que implican engaño (estudios realizados con PET), La genética de las adicciones, etc. Indudablemente hay correlaciones entre la base física y nuestras emociones y comportamientos, pero hay acá un detalle sobre el que quisiera ahondar.
El descubrimiento en el mundo occidental, por parte de William Harvey en el siglo XVII, de que la sangre es impulsada a través de arterias y venas por el corazón recién se logró cuando se desarrollaron los conceptos físicos que permitían concebir el esquema de la bomba hidráulica. Tomar un modelo de un sistema que comprendemos para explicar otro aún bajo investigación puede abrirnos la posibilidad de grandes descubrimientos. Sin embargo, si nos entusiasman los excelentes resultados de esta estrategia y nos quedamos prisioneros de una concepción mecanicista del Hombre, podríamos llegar a creer que todo puede ser explicado en términos materiales simples; es decir que el funcionamiento de nuestro cuerpo, nuestro comportamiento, emociones y decisiones pretendería ser explicado en función de enlaces químicos, información genética y masas en movimiento. La vinculación es innegable, pero es insuficiente como explicación, como instrumento de comprensión.
Materialistas analizan una computadora
Imaginemos esta situación: un grupo de materialistas ingenuos se encuentran una computadora moderna que en su mundo no existe. ¿Van a ser capaces de explicar el funcionamiento de la misma a través de mediciones sobre sus componentes físicos? Tras una enorme cantidad de experimentos muy sofisticados de expertos en la química del silicio, en física eléctrica, en termodinámica y transferencia de calor, es evidente que sabrán mucho de las distintas partes de la computadora, pero desconocerán lo esencial de ella, la existencia de lo que llamamos software, es decir el conjunto de instrucciones que organizan el funcionamiento de la máquina. Este software carece prácticamente de correlato en el mundo físico, y de hecho puede funcionar igual en distintos soportes (distintos microprocesadores), así que es casi imposible de ver aún cuando se examine el hardware con microscopios electrónicos y osciloscopios. En otras palabras, la realidad puede ser reconocida limitadamente de acuerdo a la utilización de un tipo de prácticas de investigación. ¿Calificarían de pseudo-científicos a los que planteasen que el comportamiento de la computadora tiene que ver con un aparato psíquico inmedible o con un espíritu? ¿Será razonable limitar las teorizaciones sobre el funcionamiento de la computadora a lo experimentable mediante la interacción con la pantalla y el teclado (es decir mediante una forma de psicología del comportamiento)? Lo que quiero mostrar es que hay criterios de demarcación del conocimiento científico que reducen lo susceptible de conocerse a aquello medible y de materialidad más ingenua. Concebir la ciencia de esta manera puede llevarnos a rechazar modos de conocer la realidad más sujetos a la especulación, y a calificar a aquello que cae fuera de pura charlatanería.
Lenguaje
Un proyecto importante del positivismo fue el de desarrollar un lenguaje único para la ciencia. Si bien las matemáticas se usan como herramienta y pueden ser comprensibles para especialistas de diversos campos, es absurdo pensar que un físico teórico habla el mismo idioma que un biólogo molecular. Hoy en día, en congresos y encuentros, da la sensación de que científicos que investigan incluso dentro de una misma disciplina apenas pueden entenderse, debido al grado de especialización y las particularidades de cada problema.
Lo más cercano al proyecto unificador podría ser la idea de conformar equipos de investigación que integren a especialistas de diversas disciplinas, así se vuelve posible que un mismo fenómeno se estudie simultaneamente desde distintas perspectivas. Por ejemplo, en el estudio del fenómeno de excitación-contracción se pueden encontrar biólogos, bioquímicos, físicos, informáticos, médicos, ingenieros, veterinarios, etc. Hay herramientas que son comunes y comprensibles para todos, pero el lenguaje en común está en permanente construcción, y los significados de ciertos experimentos, o técnicas o resultados pueden ser difíciles de explicar y compartir.
Todo lenguaje usado para describir o explicar un fenómeno tiene limitaciones. En informática se han desarrollado enorme cantidad de lenguajes y dialectos con el propósito de dar mejor respuesta a diferentes problemas. Por ejemplo para escribir programas de inteligencia artificial suele usarse Lisp o Prolog u otros semejantes. No cualquier lenguaje tiene la misma potencia para resolver todos los problemas informáticos. Del mismo modo, podemos pensar que la utilización de un lenguaje en particular, sea el castellano, o el lenguaje de la química, o las matemáticas, limitan la manera en como pensamos, describimos y explicamos la realidad.
La matemática incluso, como lenguaje aparentemente objetivo, no garantiza la comprensión: por ejemplo, algunas instituciones relacionadas con la educación, como la propia facultad de ingeniería, utilizan ciertos indicadores matemáticos para dar cuenta de lo que entienden como calidad de la enseñanza. Cuantifican la relación del número de docentes al número de alumnos, la cantidad de alumnos aprobados y reprobados en cada cuatrimestre, y el promedio de las notas. Creen que de esta manera tienen información sobre el sistema educativo. Por supuesto que logran construir a partir de estas observaciones una descripción, pero dudo mucho de que puedan comprender realmente lo que sucede en las aulas.
Otro ejemplo de manipulación de la realidad con herramientas matemáticas puede ser la descripción de la economía mediante la selección (arbitraria) de parámetros. Por este motivo, es frecuente encontrar expertos que fundamentan con estadísticas el apoyo al plan económico del gobierno de turno, y otros expertos que sostenidos también en datos estadísticos de la realidad pintan un panorama completamente desolador (suelo coincidir con estos últimos).
Un entramado autocoherente
Hay una imagen que se me presenta cuando imagino la forma de nuestras concepciones sobre el mundo: la de una tela de araña. Quizás en algunos casos cuando los sistemas que estudiamos son menos complejos, efectivamente podamos pensar que nuestras teorías describen a la realidad tal cual es. Pero en los sistemas más complejos e interesantes este ajuste es dificultoso de lograr. Es más razonable pensar que las verdades que podemos producir sólo tienen algunos puntos de contacto con la realidad mientras que gran parte de nuestras afirmaciones sólo son verdad en tanto mejoran la coherencia de nuestros modelos explicativos (esto sería como una postura instrumentalista) sin que estén tan ajustadas a la realidad. Verdades, entonces, serían aquellas afirmaciones que tiendan a que el modelo explicativo sea cada vez más autocoherente, como si estuviésemos construyendo una tela de araña donde sus puntos de apoyo fuesen las comprobaciones empíricas y las teorías fuesen hilos que deben fortalecer la estructura de la tela, aún cuando no necesariamente brinden muestras inequívocas de estar vinculadas con la realidad (puntos de contacto).
Conclusiones intermedias
Pretendo señalar que la ciencia puede no abarcar al objeto de estudio en su totalidad. Debemos ser concientes de las limitaciones que impone la investigación científica basada en la especialización. No es tampoco fácil pensar en un modo de producción de conocimientos más holístico e interdisciplinario que no caiga en la improductividad o el cualquierismo. De todos modos está claro el peligro de negar todo aquello que no se comprende. La investigación científica debería mantener apertura y flexibilidad, aún cuando se corra el riesgo de elaborar conocimientos y teorías espúreas.
Lo fundamental en ciencias no me parece que deban ser los métodos de investigación y el empirismo, sino el apego a la crítica, la admisión de una pluralidad de ideas en conflicto, y la evasión de cualquier forma de dogmatismo. Esto quizás le quita certeza, nos sumerge en un mundo de incertidumbres, pero le agrega potencia a nuestra capacidad de conocer. Tener esto presente también nos habilita a reconocer el valor de las disciplinas que no necesitan ser científicas para producir conocimiento (la filosofía en general, la metafísica en particular, la política, psicología, etc).
Por supuesto que toda esta propuesta choca contra el modo en que está organizado el sistema científico y tecnológico, y los propósitos que persigue.
To be continued...