La fotografía en la era de lo memorable


Debo tener unos 20 o 30 cds y dvds con fotos, más álbumes almacenados en el disco rígido externo, más unos cuantos subidos a sitios online. Hay que sumar las del celular y la tablet, algunas de las cuales (no todas, y es sisífico intentar diferenciarlas) se subieron automáticamente a las cuentas asociadas en Flickr y Google+, y las que siguen en tarjetas de memoria. La cámara guarda fotos en JPG y en RAW, y hasta hace poco guardaba ambas. Algunos CDs son backups, alguna carpeta puede ser una selección. Hay álbumes que son copias de seguridad y otros no. Muchos organizados por fecha, otros no. Es un lío llevar al día una colección organizada de imágenes personales, fotos para mostrar a los amigos y familiares, otras para compartir en las redes sociales.

Además está la cuestión del volumen de imágenes olvidables que vamos guardando quienes tenemos el síndrome del acopiador absoluto. Borro las que no están nítidas, o las que provienen de apretar el disparador accidentalmente. pero así y todo hay montones de secuencias de "fotos por las dudas", para que alguna nos encuentre a todos con los ojos abiertos, o 40 fotos de un cactus con sutiles diferencias de enfoque.

Un día me voy a morir y esas fotos se perderán, nadie se va a poner a ver si alguna zafa para mantenerla en un inexistente álbum colectivo, ya sea familiar o compartido entre amigos/camaradas. En la antigüedad uno no sacaba fotos porque era caro. Ahora uno saca millones y es lo mismo que no sacar casi ninguna porque el volumen vuelve inmanejable y repelente ponerse a mirarlas. La digitalización cambió muchos hábitos, pero la facilidad no es por sí misma un factor de lo virtuoso. Pasa igual con la música, con la correspondencia.

¿Será que algún día contrataremos a un archivista digital que nos ordene las imágenes, los discos, las memorias?

Paraná, capital nacional de lo memorable

Foto Perdida (recuerdo que era una imagen de una placa que había en una plaza cerrada frente a la Escuela Normal). Tantos backups y no la encuentro por ningún lado…

Fuera de los eventos sociales de los cuales queremos tener recuerdos (porque es fundamental registrar el porrón número dos mil setecientos y las caras de la Choli y la Graciela, aunque no se entienda bien si corresponden al cumpleaños del Gustavo o la confirmación del Gonza, porque el agua de la Pelopincho está igual de podrida): ¿para qué sacamos fotos? Por qué en vez de enfocar un atardecer o la cara del gato no nos copiamos otras semejantes pero sacadas por fotógrafos geniales dueños de equipos siderales. ¿Realmente nos expresamos con las fotografías o dejamos que la lógica del fabricante, difusa o robótica, determine la apertura y el foco de acuerdo a algoritmos que promueven nuestra inteligencia estética más al pleistoceno que a la evolución? ¿Cuántas reflexiones nos traen nuestras imágenes además de “qué buen culo tiene la Lucrecia"? ¿Expresan algo valorable las fotos de sujetos siempre sonriendo al medio del cuadro, o las miles de poses y desventuras del perro cruza de cocker quizás con pastor alemán?

Va siendo hora de purgar mis memorias. Quizás lo mejor sea borrar todo y a la mierda, total no hay tantas cosas valiosas para recordar, y lo bueno está siempre por venir.