Productividad negativa


No soy un trabajor muy prolífico. Distintos mecanismos cotidianos actúan como fricción, esa fuerza que se opone al movimiento. A pesar de ello, leo con asiduidad sobre un tema noventoso y supuestamente patrimonio de la derecha, muy presente en la filosofía de los capitalistas: la productividad. Igual el planteo es sólo aparentemente contradictorio, porque me gusta leer a quienes se proponen trabajar lo menos posible en relación de dependencia y tratan de aprovechar el tiempo de sus vidas para desarrollarse y hacer lo que creen que les gusta. A veces se ponen objetivos como leer 4 libros en un mes o retirarse a vivir vidas frugales a partir de los 35 años. Me siento identificado con ellos.

Hay unos reportajes que me gustan mucho en Lifehacker, de la serie "How I work", en los que Andi Orin entrevista a diversos personajes que seguramente son conocidos en círculos con los que tengo poca intersección: expertos en alguna disciplina, inventores exitosos, escritores de ciencia ficción, periodistas culinarios, youtubers que evalúan gadgets (que no son inspectores sino artilugios) tecnológicos, desarrolladores de juegos, directivos de alguna gran empresa, etc. A todos inquiere sobre sus hábitos de trabajo y sobre sus herramientas preferidas. Los entrevistados describen sus ámbitos y horarios de trabajo, sus computadoras, las aplicaciones que utilizan con frecuencia, las marcas de sus cuadernos y plumas preferidas, qué música escuchan mientras laburan, cuánto duermen, que libros leen, cómo recargan su energía, etc. Las entrevistas son bastante jugosas, con links hacia esas marcas y apps y libros que los tipos comentan, y que te impulsan el deseo de comprar, a ver si quizás se te contagian las ganas de producir cosas importantes que parecen tener estos extraterrestres. Tema para otro posteo: ¿por qué todos prefieren usar computadoras y celulares de Apple, siendo muchos de ellos promotores de la experimentación y de distintas formas de vanguardia? Hay algo oscuro en la ausencia del software libre en sus discursos.

Facilmente caigo en la desazón de la comparación. Pero ni bien empiezo a putear en privado tengo que detenerme porque ni siquiera siento el derecho a quejarme de mis condiciones de trabajo, mejores que las de numerosos laburantes completamente más explotados que yo. No estoy seguro. Tampoco es del todo cierto que me contenga porque esté latente, cercana y amenazante la miseria del inframundo. En cuanto a la queja pública tampoco la ejercito porque me adelanto a las excusas que voy a recibir (que no hay presupuesto, que el espacio es limitado y todos están en las mismas condiciones que yo, etc) y porque me evito la confrontación con seres que se destacan más por una idiosincracia capanga que por su auténtica capacidad de liderazgo.

Ergonomía del trabajo

¿Tiene sentido requerir un horarios fijo cuando la labor implica creatividad? En los lugares que conozco predomina la cultura del control horario. Es casi todo lo que piden, que tu cuerpo esté sentado en la silla mientras un megáfono puede estar transmitiendo sin interrupciones las vicisitudes del último match disputado entre Manchester United y Deportivo Mandiyú, y tu mente es incapaz de hilar dos oraciones consecutivas. Y al final de un período preestablecido llegará el momento de completar planillas dibujando el cumplimiento de objetivos a una autoridad superior bastante desconocida que nunca te tira un feedback ni te espera tu opinión honesta sobre lo que profesionalmente hacés, ni se interesa por las herramientas que te faltan o las condiciones que te molestan.

No se dan cuenta de que estamos deseosos de regalarles la mayor plusvalía posible si nos dejan tranquilos, porque dedicarse diariamente a no hacer una goma es de lo más aburrido. A mi me encanta programar y resolver los problemas que me presenta el desarrollo del software (al hardware lo estoy empezando a odiar cada vez más), y me invade el cerebro la hormona del placer cuando veo que mis resultados permiten cosas antes irrealizadas. Por otro lado, trabajar estresado atenta contra la calidad de lo que hago, y yo me estreso fácil, así que sería provechoso que me lo eviten, pero por las condiciones actuales me siento en alerta hasta de que no me vean navegando las redes sociales cuando pasan a mi lado, como si a cada momento tuviese que demostrar que no están perdiendo plata conmigo.

El mensaje de los rituales de entrada/salida (firmar o marcar tarjeta) es que si no te controlan no harías nada, como si detestaras disfrutar del logro que significa poner tus talentos en juego. Parecen no advertir que nos molesta trabajar a un ritmo ajeno, alejado de nuestro arbitrario reloj biológico y social, sin consideración por nuestra energía vital. Ni hablar cuando la implementación incluye un sistema de castas según el cual sólo los trabajadores de cuello azul debemos someternos a la rigidez del sistema mientras los creativos y cerebrales semidioses de rango superior tienen justificadas reglas especiales.

Hay empresas tecnológicas exitosas, como Google, que ofrecen condiciones de trabajo que sus empleados valoran y pretenden mantener, explotándose a gusto. En esta entrevista, Laszlo Bock (un directivo de la empresa) cuenta sobre las estrategias para obtener mejor rendimiento de sus empleados. Sugiere que el éxito es ofrecer libertad, espacio, comfort. Es una lástima que no le pregunten sobre el reverso de su historia ni incluyan testimonios que permitan contrastar algunas de sus afirmaciones. Aparentemente, Google terceriza parte de sus actividades y los trabajadores que realizan esas tareas se parecen mucho más a los flexibilizados de un call-center (si se animan al inglés, está relatado acá: A Place at the Foosball Table. I was a Google contract worker).

Hay también empresas muy exitosas (como Amazon) que son la contracara, por las condiciones esclavizantes que imponen. Sin embargo, la existencia de ejemplos exitosos sobre formas estimulantes de organización alcanza para que sepamos que esas alternativas existen y son posibles, al menos en algunos ámbitos, y sin olvidarnos de que la realidad es más complicada que cualquier propaganda. Es importante conocer ejemplos que nos alientan a imaginar con otras reglas de funcionamiento los lugares en los que nos toca vivir a nosotros. Me faltaría también conocer la dinámica de fábricas recuperadas y cooperativas reales, seguro que tienen aportes para hacer en este tema.

Linda oficina

¿Es o no posible desarrollar modos de organización del trabajo que sean menos hostiles con la vida humana? Con frecuencia son los mismos trabajadores quienes lo impiden. Tienen metida en el cuerpo la certeza de que los sistemas de control son imprescindibles porque los demás son vagos, y que si no fuera por el ojo del amo todos llegaríamos tarde y haríamos lo mínimo indispensable. Eso, que puede ser cierto en este mal contexto para la labor libre, sólo describe que no somos máquinas. Me pregunto qué surgiría si nos tomamos el tiempo para discutir los motivos que nos llevan a tener más valles que picos de rendimiento. Yo creo que es algo que no se preguntan quienes acceden a cargos de mayor jerarquía, puesto que sólo replican las formas conocidas de organización y control. Los capataces, incluso los de título universitario, tienen un goce en el ejercicio de la autoridad, disfrutan del poder de mando y por lo general no admiten cuestionamientos. Peor para todos.

La organización del trabajo es un tema complejo que no debe haber sido resuelto en sociedades que experimentaron formas de organización socialista. Por ahora parece que pensar por fuera del molde es sólo patrimonio de algunas tribus, quizás posible en Islandia, o dentro de alguna simulación informática.