Ser judio hoy (Parte 2)


Tras la gran repercusión en redes sociales de mi posteo anterior (Ser Judío Hoy - Parte 1) continúo mi labor reflexiva. Los únicos comentarios que recibí, provenientes de mi amigo ácrata y gallego Acracio Saurio, me recordaron algunas cuestiones del pasado que me parecen relevantes.

Fue fácil simpatizar como judío en la segunda mitad del siglo XX. La cercanía con los pogroms rusos y el holocausto nazi nos proveyó del carácter de recurrente víctima, y logró el apoyo o la conmiseración pública. La compasión se reavivó con la frecuencia de aparición en las noticias de asesinatos de deportistas en los Juegos Olímpicos, con los secuestros de aviones y la tendencia de las asociaciones mutuales judías a explotar. Eran otras épocas, hasta los Netanyahu tenían una onda diferente, y te rescabatan si peligrabas en Uganda. Por el contrario, quienes te odiaban por ser judíe se agrupaban en dos grandes categorías: el del antisemitismo en voz alta que los ilustrados condenaban, o una aversión que se mantenía en secreto. Hoy en día, al convertirnos en victimarios de los palestinos, recibimos un torrente de cuestionamientos y reclamos justos, al cual se suma el gran caudal de expresiones antijudías que en el pasado se mantenían ocultas o limitadas.

Sigo con la pregunta interna del por qué reconocerme judío, si es una imposición externa o una opción que vuelvo a elegir. Sumo otra posibilidad: ser judío es una característica genohistórica. En otras palabras, no tiene sentido cuestionarme si además de ser alto, morocho, atlético y de ojos claros, soy o no judío. Creo haber dicho ya, que soy judío porque mi ubicación espacial y temporal es el resultado de la decisión de unas cuantas familias que en el pasado huyeron de las persecuciones que sufrían en Rusia y Ucrania. No hay en el judaísmo, como religión o como cultura, nada extraordinario que me haga sentir el judaísmo como una expresión deseada de mi carácter.

Analizándome encuentro que mi judaísmo sólo se enciende en oposición al antijudaismo, al racismo en alguna de esas variantes. Seré judío en tanto haya antijudíos, y decaerá exponencialmente mi interés en el consumo de latkes y knishes en tanto no haya motivos para defenderme.

Entiendo las razones para criticar y sentir antipatía por el Estado de Israel. Las noticias que nos llegan hablan de la imposición sobre los palestinos de un estado de violencia, destrucción, encierro, que son intolerables. Yo creo que esas noticias son verdaderas, a diferencia de otros judíos e israelíes que creen que todo eso es propaganda de Hamas, operaciones de prensa y conspiraciones. A esto se suma la antipatía que provoca el histórico apoyo norteamericano al gobierno israelí, que creo imprescindible para la continuidad de la existencia del Estado de Israel. Desde mi punto de vista, es este apoyo antipático de la mayor potencia opresora mundial, y la larguísima extensión del conflicto, los dos motivos por los cuales la opinión pública está mucho más sensibilizada con este tema que con las hambrunas y guerras de otros lugares del mundo.

No sé si por antiimperialistas, por anarquistas selectivos o por otros motivos, me encuentro con declaraciones que mencionan una “Palestina única”, referencias al Estado de Israel como “ente sionista” y coros del eslogan palestino “desde el río hasta el mar”. No me parece mal que cada quien piense y diga lo que crea que es verdad o lo que considere justo. En tal caso, para evitar ocultamientos y confusiones, lo que sugiero es aclarar si esto implica el no reconocimiento del Estado de Israel. Me parece particularmente importante este punto cuando se trata de una posición institucional, sea la de un Estado o de un partido político.

Es diferente decir que Israel nunca debió haber sido creado y que el bienestar de la población palestina requiere la expulsión de los judíos a sus lugares de origen (como afirman numerosos habitantes de Gaza y Cisjordania en las entrevistas de Corey Gil Shuster, por ejemplo en Palestinians: Do you really think the Israelis will leave?), que pensar en soluciones de un estado, dos estados, una federación (con lugares separados para judíos serios, judíos chistosos, palestinos serios y palestinos chistosos), o cualquier otra solución que asegure el bienestar y la aceptación de toda la población que actualmente vive allí.

Hay pasajes que no se abordan habitualmente en la discusión de este conflicto, y que para mí tiene sentido traer a la memoria, como modo de insistir en la complejidad de la trama, incorporar en la solución las problemáticas de ambas partes, y sin por ello desechar sufrimientos y reclamos válidos.

Previo al plan de partición de las Naciones Unidas (votado por los yanquis pero también por el bloque soviético, como menciona el amigo Acracio Saurio) no había un Estado Palestino completamente definido. No estoy diciendo que no existía nadie (como sí hace una parte importante de los partidarios de los sandwiches de MIGA: Make Israel Great Again). Claramente había población, que hablaba árabe y tenía su sociedad con un cierto grado de desarrollo. Pero no tenían instituciones políticas fuertes, en el sentido de un presidente / califa / rey / imán o jeque ejerciendo el gobierno, representantes populares o dictatoriales, ejército, etc. Sí tenían prensa, y una moneda (pero ésta última creación de los británicos). Habían estado gobernados dentro del imperio turco primero y dentro del imperio británico posteriormente, sin haberse independizado.

¿Qué impidió a los palestinos declarar su independencia entre la declaración de la independencia israelí en 1948 y la Guerra de los 6 días en 1967? Recién en esta última fecha Israel ocupó Gaza y Cisjordania. En esos años casi 20 años, Jordania y Egipto tomaron posesión de sus territorios, y no hubo un movimiento emancipatorio. La conciencia nacional, la organización política y la determinación de autogobernarse parecen haber sido posteriores.

La constitución del Estado de Israel alteró la vida de quienes vivían allí y realmente muchos fueron expulsados y otros asesinados. He visto registros de crímenes cometidos por las milicias judías, así que estoy al tanto de las injusticias originarias. Sólo menciono estos antecedentes para enmarcar este reclamo al 0-800 servicio de aclaración de slogans pro palestinos.

Una historia simplificada en blanco y negro, con buenos y malos, no sirve para entender el presente y plantear la necesidad de una convivencia posible. Ya les dije, al menos por unos días, mi identidad seguirá siendo la de un judío alto, morocho y atlético. ¡Nos vemos en el posteo siguiente!

https://live.staticflickr.com/65535/54720856817_ae5d91d1bf_b.jpg