Ser judio hoy (Parte 3)
Partes anteriores:
Cuando digo que no hay nada interesante en el judaismo que me atraiga es por dos cosas: ignoro la mayor parte de la propuesta y solo tengo un conocimiento global de lo que fui aprendiendo como individuo dentro de la cultura y no como interesado lector y estudioso. Además, hay elementos del judaismo que ya son parte del haber colectivo de la humanidad y por ende comparten escenario con aportes de otras religiones, culturas, civilizaciones y formas de conocimiento, con lo cual el caracter judío del origen de esas ideas es anecdótico. Si la marca de origen fuese determinante, además de judío debería reconocerme como vikingo, hindú, griego, marxista y guaraní.
Que para resolver la persecución y asegurar la posibilidad de una vida tranquila se requiera la construcción de un Estado Nacional que deviene en capitalista (otra de las cosas en las que enfocan los comentarios de Acracio Saurio que comentaba en el posteo anterior) es como mínimo controvertido. Podemos ver en la historia del Estado de Israel, que desde su creación aparecen tensiones internas entre los propios judíos, que no se atenúan por su judaismo. Ultimamente escucho el ejemplo de Israel en 1985 como un caso exitoso de control de la inflación, el cual requirió del consenso entre la central sindical y los empresarios para funcionar, y que no por ser ambos mayoritariamente judíos eran menos antagonistas.
Como ser judío casi que no implica nada (por eso pienso que es casi lo mismo que ser peronista), hay judíos de derecha y de izquierda, ultrarreligiosos y ateos, ricos y pobres, de origen asiático y de origen europeo. La sociedad, como en todo el resto del mundo, tiene burgueses y proletarios, tiene publicidad que vende cosas inútiles y tiene problemas ambientales, económicos, políticos, de vivienda, de salud, etc. En consonancia con el resto de las naciones, por más que cuenta con una economía desarrollada, funciona como una sociedad capitalista normal, donde la acumulación de las clases dominantes se acentúa, los ingresos de las clases medias decaen y la gente se comporta mayoritariamente como consumidores que quieren consumir más en un mercado irracional que lleva al colapso ambiental, que como ciudadanos que pretenden construir una sociedad de iguales. Ni Mahoma ni Abraham tienen mucho para modular en este sentido, sólo pueden ofrecer excelentes precios, grandes descuentos y financiación a tasas imbatibles.
¿Para qué sirve entonces tanto kilombo en armar un estado que replica las condiciones de muchos otros estados ya existentes? Es cierto que hay menos ataques por la condición judía de las personas entre los mismos judios, pero por ejemplo sigue habiendo violencia porque hay judíos –que por judíos– se niegan al servicio militar, y otros que los quieren obligar –por judíos– a defender el estado judío). Es claro que los israelíes dependen de la violencia para seguir existiendo, dado que siguen siendo atacados (por judíos, por sionistas, por antipáticos o por lo que sea) por sus vecinos y por su población marginada en los “territorios en disputa” (tal como Israel llama a Gaza y Cisjordania). En estos últimos años la simpatía por el pueblo judío y la culpa que llevó a los paises del mundo a conceder la necesidad de que exista un Estado Judío decrece exponencialmente a nivel mundial, así que la situación está lejos de resolverse.
La idílica imagen de una convivencia hermosa entre musulmanes, cristianos y judíos que se terminó por culpa del sionismo me resulta poco creible. Pensemos en los propios musulmanes que están divididos en chiitas, sunitas, alahuitas, hutíes (con su simpático lema “Dios es grande, muerte a América, muerte a Israel, maldición a los judíos, victoria al Islam”) y múltiples otras denominaciones, son antagonistas entre sí. La convivencia entre religiones y clases dispares nunca está exenta de desigualdades y conflictos, aunque por supuesto hay diferencias y variantes en la profundidad de las armonías y violencias.
Acá es donde vuelvo a pensar en la falta de sentido que tiene insistir con una identidad que desde mi punto de vista no aporta nada singular. ¿A quién se le ocurre que es una buena idea un estado confesional, con todos los problemas de desigualdad que trae adjunto? Bueno, la verdad que se le ocurre a mucha gente. Está lleno de estados islámicos, estados cristianos, estados budistas que no tienen separada la religión del estado, donde las leyes y la convivencia están regimentadas por la literatura ficcional de cada confesión (¡confiésenlo!). Así que, respecto de lo que me toca, me vuelvo inmediatamente antisionista y abjuro de la condición judía del Estado de Israel. Y abogo para que no exista más, siempre y cuando esto ocurra en simultaneo (y no antes) con la extinción de los estados islámicos, cristianos, budistas del mundo. Hay que ir organizando la ceremonia, que concluye con todos, todas y todes en pelotas cantando Imagine, una primavera, en la Amazonia.
No se, dejémonos de hinchar, abandonemos todas estas ideas absurdas que no alteran las relaciones de dominación del capitalismo tardío (dios no los eligió, las palabras del profeta son sólo palabras, cristo no murió por tus pecados). Antes de irme: por favor sociedad israelí, detengan la venganza, paren los asesinatos y el baño de sangre, salgan de Gaza (y de Cisjordania), no se deshumanicen del todo. Y ya que estamos, sociedad mundial, dejemos de pegarle a las minas, cultivemos de modo agroecológico y a tomar caña con ruda para que no se acabe el mundo.