Ciencia con problemas capitales
Sigue el conflicto en Argentina por las políticas científicas del nuevo gobierno y el viejo ministro. Al recorte en el número de ingresantes al Conicet se suman disposiciones que perjudican a quienes no pueden enmarcar sus proyectos de investigación dentro de las ciencias aplicadas que produzcan un beneficio social tangible. Desde arriba, los cabezones tiraron los dados, y salieron seleccionadas estas seis areas: 1) agroindustria, 2) industria, 3) energía, 4) ambiente y desarrollo sustentable, 5) desarrollo social y 6) salud (¡probablemente en ese orden!).
Un ser humano con trazas de inteligencia y un enorme deseo por el bienestar progresivo del país (¿un kirchnerista promedio? ¿un lector por partes iguales de clarin, página y la nación? ¿un macrista promedio?) podría alegrarse por la noticia: pronto las industrias del campo y la ciudad encontrarían mejores modos de producción, la energía se abarataría para todos, el ambiente (luego de utilizarlo para producir todas las porquerías que fabricamos socialmente) sería más natural que la naturaleza y por supuesto acabaríamos con la miseria y la enfermedad, con una eficiencia casi al nivel de las promesas homónimas en los discursos electorales.
Un ser un poco menos aletargado intelectualmente podría intuir que lo están esquilmando, porque lo que realmente buscan son soluciones a los problemas que fabrica el Capital, encadenadamente: 1) ¿cómo producir más kilos de carne por hectárea, ignorando los efectos sobre el medioambiente y la salud? 2) ¿cómo curar las enfermedades que produce en la población la implantación de sistemas productores de carne (optimizados en el problema anterior)? 3) ¿cómo lograr que un porcentaje ínfimo de las ganancias que producen las agroindustrias y las farmacéuticas se dirija a la construcción de chozas en el conurbano repleto de campesinos expulsados de sus tierras? 4) ¿cómo abaratarle la energía a las Lomas Negras del ladrillos de adobe antivinchucas para poblaciones en situación de haber ganado una década? Estas son las preguntas que trazaron los "ejes para la innovación de la Argentina Potencia", porque las biromes que escriben los proyectos de Argentina Innovadora pertenecen a los burócratas de las clases dominantes, y no a los giles (el Pueblo, nosotros, los herederos del trabajo asalariado, o lo que vaya uno a saber que somos colectivamente).
El caso de la salud es extraordinario. Nos enferman con la comida producida industrialmente; nos arruinan la cabeza en todos los ámbitos: aguantaderos escolares, medios de estupidización, púlpitos de toda laya; nos exprimen sin látigo pero con una diversidad de violencias: trabajos aburridos, repetitivos, secabochas, de horarios extenuantes, de salarios insuficientes, con contratos a punto de caer, en espacios sin luz natural, físicamente incómodos, sin aire fresco, en procesos irracionales, sin descanso suficiente, etc; nos arruinan con una educación de cuarta y nos limitan la búsqueda de sentido para nuestras vidas; y luego de todo eso, les piden a los investigadores que hagan ciencia aplicada y nos curen, porque si el rebaño flaquea demasiado, ¿quién va a producir? ¿quién va a consumir?
La ciencia y la razón son indispensables para cambiar nuestras formas de vida tan tercercapitalistamente exitosas. Pero no son suficientes, y en general producen resultados que estabilizan la explotación del Todo. Así que yo estoy con los reclamos de los científicos, pero cuando terminen de ganar la lucha, de empatarla o de perderla, también estará bueno sentarnos a charlar para ver a quién le sirve lo que hacen, cómo lo hacen, con quiénes, y qué podrían hacer para cambiarlo.