Sabemos que no hay un solo modo de aprender, que sea eficaz y funcione siempre y para todos. Cada uno de nosotros tiene una configuración mental y emocional que nos permite aprender de distintos modos. Incluso una misma persona, en distintos momentos de la vida, o en diferentes areas del conocimiento, puede verse beneficiada empleando distintos enfoques.
Aprender de manera autodidacta es muy diferente a asistir a cursos. Una tercera senda es aprender el oficio como aprendiz de un maestro, presenciando la labor del experto y colaborando con las tareas bajo su supervisión (a modo de ejemplo pueden ver esta entrevista a Tom Fidgen y Justin Starr, en inglés). En mi caso esta última opción está completamente descartada porque no conozco a ningún carpintero. Casi por el mismo motivo descarto la segunda así que sólo me queda la de aprender por mi cuenta. Si viviese en Buenos Aires (mi interés con el blog es compartir información de la vida real, y empiezo aca) tomaría dos cursos: uno con el luthier, constructor y restaurador de herramientas Hernán Costa, y otro con el ebanista Germán Plessl. Debe haber otros, pero ellos son los que encontré navegando la web.
Un curso intensivo de una a dos semanas (entre 5 y 10 días hábiles con jornadas de estudio de 4 u 8 horas) sale entre ARS 4500 y 12000 (USD 280 y 750). Las clases pueden ser grupales o individuales, con contenidos y fecha predeterminados o a coordinar, etc. El costo de un curso de este tipo no difiere mucho de los que pueden tomarse, por ejemplo, en España (ver listado en Comercial Pazos, donde un curso de 5 días, 8 o 9 horas por día, sale entre 600 y 750 euros), aunque el ingreso medio de un trabajador europeo es más alto, y por ende, estos precios son relativamente más accesibles allá. En mi caso le tengo que sumar la disponibilidad para ausentarme de mi trabajo durante este tiempo, el costo del viaje y la estadía, con lo cual se me hace dificil actualmente.
En mi ciudad me comuniqué con dos luthiers que me ofrecieron una clase de consulta de 2 horas sobre mi tema de interés actual (el ajuste, afilado y uso de un cepillo) con precios entre ARS 200 y 600 (USD 12.5 y 37.5). Tengo pendiente tomar una de estas clases y ver que tal sale.
Aprender de un buen maestro es una oportunidad para aprovechar, aunque sólo en caso de que uno esté a la búsqueda de desarrollar cierto nivel de excelencia en este arte (para hacer una estantería para un lavadero, definitivamente alcanza con exprimir YouTube). Una clase presencial permite tomar contacto con herramientas adecuadamente ajustadas y poder comparar con la experiencia propia. No es lo mismo ver una demostración grabada en video que aprender una técnica explicada por un buen maestro (no cualquier maestro) que además mediante una atenta mirada de nuestro proceder puede advertir problemas y dar buenos consejos personalizados. E insisto, tener acceso a herramientas en buenas condiciones nos va a permitir comparar cuando hagamos la experiencia de usar las nuestras.
Como el costo de estos cursos no es despreciable hay que evaluar la calidad de la enseñanza (y la disponibilidad de fondos), porque no todos los buenos profesionales son buenos maestros, y a veces el precio puede ser exagerado. Hay una gran diferencia entre quienes otorgan valor a lo que saben y aquellos que piden más de lo razonable, así que no está demás pensarlo bien antes de tomar una decisión. A mi criterio, las dos personas que mencioné caen dentro del primer grupo, y espero poder tomar clases con ambos en el futuro. Además, si comparamos el precio de la madera, y de las buenas herramientas, el costo de un curso se relativiza mucho más, sobre todo teniendo en cuenta que al saber más, tardaremos menos en trabajar mejor y obtener un mayor rendimiento de nuestros formones y bellas madera. Consideremos también el beneficio que tiene recibir recomendaciones ajustadas a nuestra geografía sobre qué comprar y dónde hacerlo, algo que los libros y videos no reemplazan (en Argentina). Y si por último, agregamos el alto costo temporal y emocional que tiene avanzar a tientas tropezando con dificultades que un maestro puede ayudar a sortear, entonces resulta mucho más costoso el aprendizaje en soledad. De todos modos, como decía antes, por ahora sigo dando vueltas por mi cuenta.
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